miércoles, 25 de abril de 2018

Snooze

Hay días que el despertador ataca como un lanza puntiaguda, como una espada, como un golpe seco y los estridentes hercios convertidos en polifonia binaria apuñalan tus tímpanos. Aún teniendo frescos los motivos, los que sean, que te llevaron al borde del amanecer la noche anterior, apagas ese cruel despertador, y reflexionas. Y mientras intentas poner en marcha toda la maquinaria piensas que la próxima vez no te arriesgarás a tal estado catatónico pero, en cualquier espejo, te sonríes porque sabes perfectamente que no lo harás. Sobrevaloradas horas de sueño, aunque digan que no es posible, las recuperarás. 

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