domingo, 4 de abril de 2021

La arquitectura del borde

Estando un día la señorita Perla en una casa llena de Argentina aprendió que el repulgue era la técnica que cierra las empanadas y la bautizó como "arquitectura del borde". La señorita Perla olvidó este significado poético hasta que al día siguiente se lo recordaron y de ahí surgió este texto. 

Tengo una inercia inevitable de buscar metáforas vitales a las cotidianidades. Las empanadas contienen cantidades variables de relleno, igual que las personas contienen cantidades de vida, porciones de ejes vitales, porciones de elementos que constituyen el entramado vital compartido. 

Y ahí está, el relleno cocinándose con toda esa combinación de elementos en diferentes recipientes con ingredientes que se van sumando de diferentes fuentes y momentos. Y la vida se va sucediendo en diferentes segmentos, trozos de línea argumental acotados, acotados como lo está la propia existencia, contenedores y segmentos de vida. Empanadas de vida. Toda la vida que pueda contener una oblea, con todo lo elástico y versátil de una oblea aún siendo industrial. La unión de un paquete industrial de obleas puede construir una oblea gigante aún no siendo artesanal. 

Y ahí está la vida en cazuelas, ingente, al fuego. 
Y obleas y bandejas para contenerla, para hornearla, para comérsela. 

Eliges una cantidad de relleno de vida que no desborde, que no te venza demasiado el ansia, tanto puedes contener horas o años con una misma proporción de materia. Después cierras con cuidado, con el agua que activa el cierre, estirando para tener geometría en el espacio sobrante; y con un gesto hábil de pulgar e índice, cierras. 

Con esa arquitectura de borde como si fuera una cuerda, con cuidado de no romperla para que después de hornearla relleno y masa, vida y segmento, sellen y afiancen el repulgue y después, acaben nítidas almacenadas por impulsos sensoriales en el archivo gastronómico de la vida.
 
Los momentos de la vida, como este, son empanadas bien repulgueadas.