lunes, 21 de diciembre de 2020
Rutas argentinas
domingo, 20 de diciembre de 2020
Confabulación planetaria
«Tendrías que retroceder hasta justo antes del amanecer del 4 de marzo de 1226 para ver una alineación más cercana entre estos objetos visibles en el cielo nocturno» (cita)
Hoy se confabulan los astros en la más absoluta literalidad, hoy se confabulan los dos planetas más grandes del sistema solar: Júpiter (setenta mil kilómetros de radio), Saturno (cincuenta y ocho mil kilómetros de radio). Cifras redondeadas, no creo que se ofendan. Pensemos que la Tierra tiene, redondeando a la alza, siete mil kilómetros de radio. Hablamos de planetas entre ocho y diez veces más grandes que la Tierra
Y aquí estamos, pequeñitos y conflictivos seres, batallando por entender si podremos o no volver a algún lugar que llamamos “casa” diferente a nuestra casa habitual, si deberemos acreditar nuestros lazos de sangre o de simpatía con poderes notariales o simplemente palabras, si la Navidad debería ser o no algo tan paganamente sagrado. Seres pequeñitos pensando tonterías mientras diarios, stories de Instagram, mensajes y demás misivas contemporáneas se hacen eco de la noticia de la conjunción planetaria. Noticias acompañadas por las instrucciones del punto del cielo a buscar cuando se ponga el sol, por la poética y el folklore; estos dos planetas no estaban tan cerca desde 1623, no volverá a suceder hasta 2080.
Y ahí estamos nosotros, en nuestro centro de observación del cielo viendo dos puntos brillantes, dos estrellas que la cámara al uso no puede capturar. Hace frío, miras un rato, sacas una foto. Lo intentas. Y ya está. Pero, ¿cómo que ya está? No podemos quedarnos ante tal cosa como si no pasara nada. Ningún habitante de este ahora conoce a nadie que viera el suceso equivalente anterior y no es tan fácil ya asegurar que vayamos a vivir sesenta años más. Estamos ante una confabulación irrepetible en el transcurso de nuestras vidas y nos conformamos con hacer una fotografía borrosa y contemplarlo unos segundos para dar fé, para asegurar que también lo vimos, para sumar un hito más, un check más.
Y no, no puede ser esta indiferencia. Estamos viendo dos planetas de más de trescientos mil kilómetros de circunferencia uno al lado del otro en el cielo como si fueran dos estrellas o dos luces de guirnalda de Navidad. Estamos viendo las ochenta y dos lunas de Saturno y sus seis anillos, las ochenta lunas de Júpiter. Lo estamos viendo ahí, en esos dos puntos insignificantes que podrían pasar por estrellas. Quizás sea mejor así, quizás sea imposible imaginarse elementos de tales dimensiones, quizás no tenga sentido imaginar algo que nunca podremos llegar a ver y sea mejor mantener a Júpiter y a Saturno en el imaginario de dibujos escolares de sistemas solares y datos numéricos.
Quizás la realidad es una constante confabulación de planetas, de conjunciones existenciales que puede que no se vuelvan a suceder o que nadie recuerde cuándo fue la última vez que sucedieron. Y ante ellas, normalmente, incapaces de comprenderlas, las capturamos en fotografías literales o mentales, las transcribimos, las poetizamos, las analizamos. Las vemos como pequeños puntos luminosos sin ser plenamente conscientes que, muchas veces, pueden contener el capítulo piloto de la eternidad.
domingo, 13 de diciembre de 2020
Lladró
Coloqué todas las figuras de porcelana para que miraran hacia dentro. Hacia dentro de las paredes y los muros de cemento levantados alrededor de los círculos concéntricos de la realidad. En una habitación llena de fotografías colgadas, las figuras observaban desde estanterías y ventanas. Filtraban el sol con sus siluetas, oscilando todas las horas por el suelo como si fueran el eje de un reloj de sol polimórfico. Me observaban desde sus tonos pastel y escenas bucólicas, desde las flores de sus cestos y lo inocuo de sus gestos.
La aséptica delicadeza de la porcelana me observa sorprendida ante la alquimia sobre el papel, ante los efectos químicos de iteración mental que generan las vivencias recientes. Las figuras de porcelana cobran vida en el escenario que dibujo cuando se acaban las horas del reloj. Figuras de porcelana hasta que la vorágine de la vida se hace incuestionable.
La vorágine animal que se esconde tras barnices sociales y moldes. No hay porcelanas, ni vidrios ahumados, ni materiales demasiado frágiles en las fronteras de los impulsos conscientes de las expectativas cumpliéndose, del reflejo de figuras y luces anaranjadas cuando, entre las manos y los ojos, se sopesa, con exactitud milimétrica y la precisión natural de la inercia, toda la narrativa e imaginario de lo animal, lo cotidiano y lo delicado.
viernes, 27 de noviembre de 2020
Sólo cables
Me abrió la puerta con un plato de uvas tan grandes como albaricoques y me preguntó que qué podría hacer por mí. Me sonó como las preguntas de los doblajes, como ese “¿hay alguien ahí?”. Y eso también me lo preguntó aunque no lo hizo de forma literal. Me lo preguntó sutilmente, con la excusa más exacta y precisa que activa los mecanismos de la devoción desbocada. Y pasa que a mi los ángulos enseguida se me vuelven obtusos y los esquemas difusos. Sé que hay un conjunto de variables que me lleva a las posibilidades, que las pinta escasas y las hace reales; y en ese ímpetu constante por estar en alguna parte siento muy distante el pacto no escrito de la ebriedad cuando la deslumbra el sol, cuando los alcoholes ya no son el maridaje del impulso y el impulso es el engranaje que pone las piezas en movimiento. Y es ahí, donde el bucle itera; y es ahí donde vuelve la escena constante y la enmarca en un intervalo de tiempo acotado que ya fue. Uno más. El siguiente anhelo de incomprensible e inmaterializable repetición. El constante sincronismo tan asíncrono y distante que los retornos nunca podrán ser segundas partes. Sólo contratos errantes de realidades inconstantes. Sólo instantes contados de ensoñaciones realizables. Solo imágenes recurrentes de vivencias cuantificables. Sólo cables. Sólo bidireccionalidad inconstante.
miércoles, 18 de noviembre de 2020
Mitjons
viernes, 21 de agosto de 2020
La señorita Perla
La señorita Perla nació argentina. No, no nació en Argentina, nació argentina. Argentina de carácter, de narrativa, de tonada de tango, de dulce de leche, de mañana de asado. Nació argentina sin visitar Buenos Aires ni Tierra de Fuego.
Viaja con un dedo y chinchetas por los nombres de un mapa que tiene colgado en la pared, cuando coloca las chinchetas en San Luís, Santiago del Estero, Salta, Mar del Plata o Bariloche de repente, a través de una corriente eléctrica y telefónica que le llega por los dedos, escucha voces y acentos, imagina paisajes, escribe cuentos. Y a veces se le aparece, con la indumentaria que le dió Horacio Ferrer en “Balada para un loco”, un linyera piantao en el salón con una bandeja de alfajores rellenos de Piazzola, Goyeneche, Spinetta y bandoneón.
Imagina Argentina como una Atlántida emocional donde las metáforas son el dialecto común, donde pasear por las rendijas de las palabras es como una vereda llena de árboles un día de calor y donde poder vivir en constante enumeración.
Quiere cambiar el mundo en cada movimiento por eso vuelve a casa por combinaciones de calles distintas, se pinta las uñas de verde, duerme en la cocina, tuesta el pan al sol y riega esquejes de plantas porque confía en la resurrección. Sabe que hay una exactitud poética dictando cada segundo y la analiza y la transcribe desmontando andamios tópicos y normativos y liderando la lucha abierta contra el imaginario que implica a las “perlas” en recursos literarios aburridos.
* * * * * * *
martes, 28 de julio de 2020
Oda a las matemáticas
Camine usted otras veredas, abra usted puertas aunque las encuentre abiertas y doble la arista precisa del prisma para ser la proyección de todos los vértices y trazados perfectos de ejes de abscisas.
Seré el dominio de todas las funciones, el infinito de los límites y las indeterminaciones, el ángulo obtuso que deshace el vórtice y las tablas de logaritmos en desuso. Las restas con llevadas, las divisiones con decimales y los decimales periódicos; los números primos y la cúspide del triángulo de Tartaglia, una raíz cuadrada a mano alzada y los ceros de Ruffini; una binomial y un montón de probabilidades condicionadas; y el aire acondicionado que se lleva el coma cero de los números redondos, las raíces sobre elevados al cuadrado, los más menos unos y los paseos entre la izquierda y la derecha del igual. La variable despejada, la integral más complicada y la tabla de fórmulas de las derivadas, las fórmulas de volúmenes, áreas y una hoja a modo de chuleta satinada con toda la matemática prescindible del azar plastificada.
miércoles, 24 de junio de 2020
San Juan
la posibilidad
plena
para darse cuenta
de la intensidad.
sábado, 23 de mayo de 2020
Nova estranyatat
sábado, 2 de mayo de 2020
La lluvia
jueves, 2 de enero de 2020
Antiniebla
del coche que le preceda;
las hay rectas, redondas y triangulares;
hacen destellos y efectos especiales
tras el vaivén de los limpiacristales.
Adelante con cautela,
y huya de antinieblas delanteras
que, en retrovisores centrales,
sin piedad, podrían deslumbrarle.
Vaya con cuidado!
Y en coche de alquiler o prestado
indague la brujería del alumbrado
si en las instrucciones de la guantera
la encuentra a mano.
Vigile la carretera,
sobre todo si llueve o nieva,
en rutas de incansable niebla.