martes, 23 de marzo de 2021

El amor que tú dices

Si esto fuera el amor que tú dices sería una plañidera anestesiada de Diazepam, velando el féretro con los ojos perdidos en una ventana de barrotes y llevando el luto translúcido de las catástrofes adheridas.

Si esto fuera el amor que tú dices me pesarían las agujas del reloj en la muñeca, cada giro de manecillas giraría sutilmente el torrente sanguíneo, no habría respuesta al pulso y las pupilas quedarían estáticas en un Glasgow 3 profundo.

Si solo una de las acepciones fuera el amor que dices y me asignas, el lugar en el que me crucificas y relegas, no podría seguir escribiendo, la tinta se emborronaría y no podría seguir leyendo.

Pero sucede que este amor que tú dices es una versión del cuento de hadas, es la piedra Rosetta en su atmósfera protectora, es Pompeya sepultada y congelada pero no es hoy, ahora, ni aquí; es en la narrativa ajena adquirida.

Si esto fuera el amor que yo digo dejaríamos líneas de textos entre cortinas, salivas y sábanas y nos inventaríamos un segmento que acotara al resto de nuestras vidas y ahí, en esa inmediatez de constante acotación, te diría que veto todos los tiempos pretéritos y futuros para que me dejes quizás un croissant, un zumo de naranja y una flor.

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